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Feriantes están deprimidos por las deudas y la escasez hídrica
El domingo en la tarde, cuando todos los comerciantes de la Feria Sargento Aldea de Quillota estaban cerrando sus puestos, "El Apio", como conocían a Pedro Domingo Peralta, de 74 años, se fue al baño de su bodega y se quitó la vida colgándose de una viga. Otra vez no había vendido nada y las deudas ya no lo dejaban dormir. De hecho, ni siquiera tenía para comer y los pocos productos que le quedaban para ofrecer, estaban marchitos como su alma.
El lunes, las cortinas de su bodega no se abrieron y los feriantes se extrañaron. Lo llamaron, golpearon su puerta con insistencia, pero nadie respondió. Ruth Torres, la feriante del puesto de al lado, quien en la medida que podía le facilitaba a Peralta algunos productos para vender, se empezó a preocupar. "Las horas pasaban y nadie tenía noticias de él. Ni los familiares se asomaban, así que a las 20.40 horas llamé a Carabineros", dice.
Tras constatar la muerte del comerciante, el fiscal de turno dispuso que la Policía de Investigaciones (PDI) se hiciera cargo del procedimiento. Al día siguiente, la feria siguió funcionando como de costumbre, pero en el silencio se comentaba cómo la depresión y el estrés ha ido quitándole los sueños a estos comerciantes.
"Él cuando salía ponía candados y los candados no estaban. Estaba cerrado por dentro y cuando lo llamaban, no salía nadie. Cuando llegó Carabineros, ya salía el olor a cadáver, pero antes que lo encontraran ya sabíamos más o menos que iba a pasar", manifiesta Torres.
Deudas y sequía
La feriante recuerda que "El Apio" estaba agobiado por las deudas y que lo que pasó con él, se puede volver a repetir. "El viernes estuve conversando con él y le ofrecí un poco de ayuda, a pesar de que yo tengo poquito. El hombre estaba mal, no tenía ni una cosa. La arrendataria un día antes vino a cobrarle la plata del arriendo y eso lo dejó más mal. Estaba agobiado, tenía el negocio pelado, y eso a muchos les está afectando", comenta.
Ruth agrega que el quillotano también sufría por la competencia. "Si él vendía tres lechuguitas hidropónicas por mil, la señora de al lado se ponía con cinco por mil y el de más acá también, entonces la persona no tenía más que hacer. Estaba solo, no tenía la alimentación, y por eso el estrés lo tenía loco", dice la mujer.
La comerciante y sus trabajadores manifiestan que "el Gobierno dio la orden para que se arreglaran los campesinos y todo, y nosotros que vivimos de ellos, ¿qué pasa? ellos lo han visto por los campesinos y los animales, pero nosotros que vivimos de las cosas agrícolas, si no tenemos qué ofrecer a los clientes, no tenemos cómo sobrevivir. Los puestos están decayendo y van a seguir decayendo, porque a nosotros nos está afectando las deudas en los bancos y la sequía".
Ruth Torres recalca que "la decisión del Peralta", es el reflejo de lo que muchos feriantes sienten. "Yo hoy puedo pararme y decir lo que mi compañero sentía, porque yo también lo siento. Estamos cayendo, con la edad que tenemos ya no hay credibilidad y no podemos optar a otro trabajo. Mucha gente llega como el Peralta, solo y triste, porque cuando tú ya no le puedes comprar el blue jeans, o la zapatilla a los hijos, se van y después son los vecinos de al lado y la gente que te proveía. Todos te dan la espalda y quedas solo, con deudas, abandonado y con hambre", enfatiza.
Los restos de "El Apio" fueron velados en la sede social de la Feria Serrano 118, y posteriormente fue sepultado en el cementerio de Quillota. "Le hicimos una colecta, porque no tenía donde descansar", cerró Ruth Torres.J