• El calerano que vistió los colores de su gran archirrival

    El Comercio Latorre es un popular club amateur calerano que representa a un barrio tradicional de la ciudad, y que tuvo su auge varias décadas atrás. Ahí fue cuando Jorge Alarcón comenzó a destacar por sus condiciones para el fútbol, quien jugaba con sus amigos cuando tuvo la oportunidad de dar el salto, luego de disputar una final en el estadio Municipal, hoy Nicolás Chahuán.

    Esa definición la ganaron los de Comercio y el premio que tuvieron los cuadros contendores, es que Unión La Calera integró a un jugador de cada equipo a sus filas. Uno de ellos fue Alarcón, quien recuerda que "don Nicolás Chahuán estaba mirando esa final, y me dijo, ¿quieres jugar en la reserva de Calera? Así me integré y siempre jugábamos de preliminar del primer equipo en esos años (década del 70). En 1972, el técnico era Óscar Andrade y me pidió para el primer equipo, porque se habían lesionado los centrales titulares, pero no pude jugar porque no me tenían inscrito. Al año siguiente llegó de entrenador Jorge Venegas y él trajo a sus jugadores".

    Esa movida, más una inoportuna lesión que sufrió en un partido amistoso a principios del 73, provocaron que Jorge Alarcón no tuviera cupo cuando fue a solicitar que le hicieran contrato profesional. "Ya me había casado, y ante esa situación me dispuse a trabajar en otra cosa. Colgué los botines por un tiempo porque algo tenía que hacer por la vida. Mi mamá, por intermedio de sus contactos, me consiguió trabajo en el hospital, en la bodega de farmacia", rememora.

    El capitán

    Así estuvo Alarcón por algunos meses, pensando que su sueño de ser un profesional del fútbol se había esfumado. Pero una nueva oportunidad se cruzó en su camino. "Yo estaba en Pichicuy y dos amigos, el "Paipa" (Avelino Albornoz) y "Pancho" Alam, que estaban haciendo el servicio militar en Quillota, me llegaron a buscar vestidos de uniforme en un jeep, para ir a jugar por el equipo del Regimiento. Fui, jugamos en la Semana Quillotana y cuando terminó se me acercó quien estaba a cargo de ese equipo, el capitán Carmona, que era el presidente de la rama de fútbol de San Luis. Me dijo, '¿por qué no te vienes a probar el martes?', yo le dije que ya no estaba para pruebas, entonces me dijo 'ven y te contratamos, tienes mi aval'", recuerda Alarcón con su memoria privilegiada.

    Fue así que este calerano se calzó la camiseta canaria y pudo concretar su anhelo de ser un futbolista rentado, todo gracias a aquel capitán-dirigente que cumplió con su palabra, pues Alarcón asegura que "efectivamente me firmaron contrato ese mismo martes, y así comenzó mi historia en el profesionalismo, estuve seis años y llegué a ser capitán de San Luis. Compartí con muchos compañeros buenísimos, el "Pato" Yáñez fue el más famoso, el "Pititore" Cabrera, con Mario Figueroa, René Gatica, (Moisés) Berenguela; con el "Pindinga" Muñoz no alcancé a coincidir porque él llegó el 80 y yo estuve hasta 1978".

    Alarcón destaca que dejó amigos que aún mantiene tras su paso por Quillota, y que fichar por San Luis, siendo calerano, nunca le provocó ningún conflicto, ya que "me contrataron, vi lo que iba a ganar, estaba casado y tenía que trabajar, porque yo siempre tomé el fútbol como un trabajo, nunca me creí nada especial por ser un jugador profesional. Viajaba de Calera a Quillota todos los días".

    En San Luis de hecho aprendió tanto, que las enseñanzas de Eduardo "Punto" Silva tampoco las olvida, "ya que él sabía de básquetbol y me enseñó a marcar con tácticas de ese deporte, me amarraba a un delantero en las prácticas para que siempre lo siguiera en el área".

    Hijo pródigo

    Con ese aprendizaje, Jorge Alarcón prolongó su carrera en San Felipe, Trasandino y Regional Atacama. Desde el norte tuvo la posibilidad de volver y por fin fue contratado por Unión La Calera, cerrando así una vieja herida.

    "Fue en 1984 y justo ese año el equipo rojo tenía jugadores jóvenes pero muy buenos, como Juan Carlos Vera, Mario Vásquez, Domingo Gutiérrez, el "Kiko" Chahuán. Yo los aconsejé, y cuando se pusieron las pilas, hicimos una gran campaña, jugamos una gran liguilla y subimos a Primera. Pude tener esa satisfacción de darle, junto a todo el equipo, esa alegría a la gente de mi ciudad", relata Alarcón, quien en todo caso recuerda que, en otro desaire, no le renovaron contrato para jugar en el fútbol grande al año siguiente, donde colgó los botines, y junto a su familia se fue a Australia. Hoy vive en un suburbio en las afueras de Sydney. J