• En la Femacal se esfuerzan al detalle para mantener alejado el COVID-19

    Pese a que antes el horario de atención era más amplio, ahora las puertas de la Femacal, en La Calera, se cierran rigurosamente todos los días a las 14.00 horas, "y ya no se abren hasta las cinco de la madrugada del día siguiente", como indican desde este centro comercial que reúne a locatarios que ofrecen principalmente frutas y verduras.

    En el acceso de esta feria mayorista que se ubica a un costado del terminal de buses de la ciudad, hay dos guardias apostados que controlan que quienes ingresan porten mascarillas, al igual que todos quienes están al interior, además de tomar la temperatura de los que llegan.

    "Como empresa nos preocupa mantener a raya el virus para la protección de todos nuestros trabajadores y clientes", afirma Luis Cabrera, el presidente de Femacal S.A., quien añade que "aquí hemos seguido todas las instrucciones que nos ha dado la Seremi de Salud, que ha sido la única autoridad que se ha preocupado de venir a controlar y ver cómo estamos funcionando".

    La autoridad de esta feria calerana dice que los únicos inconvenientes que han tenido se relacionan con "un trabajador que dio positivo al COVID, pero ya hizo su cuarentena y no tuvo mayores problemas. Lo otro son las personas que cuando las controlan en el ingreso y les detectan 38 o 39 grados de temperatura, aparte de no poder ingresar, suelen irse, casi huir del lugar, sobre todo los haitianos. Lo ideal es que fueran a hacerse un test".

    Pasillos anchos

    Las calles en que están distribuidos los locales que funcionan en la Femacal son bien amplias y esto, según Cabrera, además de algunas otras medidas que han tomado, ha contribuido a mantener la seguridad, ya que según el dirigente, "las calles en que trabajan los distintos locatarios miden once metros de ancho y los locales mismos son bastante altos. Es como si hubiéramos hecho esta feria con un diseño futurista, ya que son espacios amplios y la gente no tiene que andar apretujada cuando viene a comprar, o los mismos trabajadores que descargan los camiones en la madrugada".

    Estas calles son sanitizadas al igual que todos los vehículos que transitan por sus instalaciones, y ya no están funcionando las cocinerías que había, "por seguridad, así que todos los que trabajan aquí traen su desayuno o salen a comprarlo, ya que comienzan muy temprano su jornada".

    Otro punto que destaca Luis Cabrera es que atienden todos los días, excepto sábados, ya que "así evitamos la aglomeración que podría producirse si es que solo abriéramos algunos días. La gente se reparte durante la semana para venir por sus productos. Afortunadamente, aquí en la Femacal no se ve tanta gente como en el centro de la ciudad, que yo no entiendo cómo anda tanta gente; tal vez son personas de ciudades vecinas, como La Cruz o de otras ciudades cercanas, que no pueden ir a comprar a Quillota, o incluso, que le hacen el quite a San Felipe y Los Andes".

    En la Femacal también son solidarios y apoyan a varias ollas comunes que se realizan en distintos lugares, al igual que al Refugio de Cristo, donando verduras y frutas. J

  • La población Víctor Vergara abrió ayer su propio comedor solidario

    Guiso de brócoli con arroz fue el primer menú que ofreció a sus vecinos el comedor solidario de la población Víctor Vergara de Quillota. La instancia de ayuda es liderada por el comité de adelanto que, tras 13 años pudo concretar el sueño de la casa propia a cerca de mil personas.

    Su líder, Ruth Romero, cuenta que la iniciativa nació de la necesidad que vieron en el territorio de ayudar a vecinos y vecinas que, por efectos de la pandemia, no pueden asegurar la comida en sus hogares.

    "Tenemos capacidad para entregar, por ahora, 120 almuerzos gracias al aporte de los vecinos, algunos particulares y el municipio, pero esperamos un padrino para que podamos aumentar el número de beneficiarios", cuenta Ruth, quien trabaja con 12 delegadas de cada una de las torres que conforman, junto a 12 casas, la nueva población de 236 familias ubicada al poniente de la ciudad.

    Agrega que la idea de gestionó en conjunto con el municipio y la fundación Banamor. De hecho, destaca que el municipio entregó el primer gran aporte y además costea a una manipuladora de alimentos, la que junto a otro grupo de voluntarias que se van rotando, hacen los almuerzos para las familias, principalmente adultos mayores para los que hay, incluso, un servicio vecinal de entrega a domicilio. J